jueves, 30 de octubre de 2008

2 x África. Publicado en "Solo auto 4x4"

¡Oye, amigo! Sí, tú, el que se dispone a leer una vez más la mejor sección de la revista, esa que tanto te hace soñar. ¿Por qué no dejas de leer, de soñar y te largas de una vez a protagonizar tu propia y genuina aventura? ¿Es que no te lo mereces? O, ¿es que no te atreves?
Muchas veces hemos escuchado cosas como “si pudiera dejar el trabajo”, “si tuviera tiempo”, “si tuviera dinero”… haría como vosotros, ¡me largaría a ver mundo! Vencer las dos primeras excusas sólo es cuestión de decisión. En cuanto a la tercera... ¿Acaso no tienes un coche, una hipoteca, una tele de plasma? Pues ya tienes algo, ¿no? Sólo hay que establecer prioridades y decidirse: decirle adiós al jefe, vender el coche y el piso y ¡coger la mochila!

Y entonces lo que se siente es un cosquilleo en el estómago, un delicioso vértigo por la incertidumbre de la aventura que comienza. A partir de ahora, cada jornada será diferente, diferentes paisajes, diferentes personas. Cada día puede ocurrir algo totalmente imprevisto. Sólo hay que tener los ojos abiertos, y los oídos y la mente, sobre todo la mente.
Hay que estar dispuesto a aprender, a cambiar, porque lo que hay ahí afuera puede que te sorprenda tanto, que una vez vivido no vuelvas a ser el mismo. A lo mejor tus prioridades sufrirán un vuelco total. Hay que asumir que al regresar serás considerado un tipo raro…Pero lo que tú siempre sabrás es que los raros son ellos, los que no se han dado la oportunidad de explorar un poco más allá de su rutina…

Así pues, un buen día, Antonio y Ana, dos sorianos corrientes, nos hartamos de sólo soñar y tomamos las riendas de nuestras vidas; dejamos el trabajo, la casa y las costumbres y nos compramos un coche para ir a conocer África, un mundo sugestivo y misterioso que empieza a tan sólo 14 km de nuestro país.
El 6 de febrero de 2007 atravesábamos el estrecho de Gibraltar, rumbo a una aventura que habría de durar 14 meses y que nos llevaría a atravesar 31 países africanos; a asomarnos a su cultura y sus tradiciones, a vivir peripecias inolvidables y, sobre todo, a relativizar nuestra posición en el planeta.

Preparativos
La primera parte de la aventura fue la planificación: decidir cómo movernos, establecer la ruta, las fechas, el presupuesto, recabar información de los países acerca de visados, vacunas, situación política, climatología, estado de las carreteras, mapas. Felizmente, existe Internet y gente increíble que comparte sus conocimientos y vivencias en páginas como www.horizonsunlimited.com, http://www.africa-overland.net , que nos resultaron muy útiles.

Al contrario que en otros viajes que habíamos hecho con mochila, decidimos ir a África con un vehículo propio que nos permitiera una mayor libertad de movimientos.
Encontrar el coche adecuado fue una larga tarea de indagación por la red. Como no teníamos ideas preconcebidas, creo que acertamos al elegir a “Blanquito”, un Toyota Land Cruiser BJ 73 de motor japonés del año 1988. Nada de electrónica, sólido como una roca y fácil de reparar en caso de avería. Colocamos una tienda de techo para dormir, una estructura de estanterías en el interior y unos pequeños retoques “africanizantes” en la cuestión mecánica (ballestas reforzadas, filtros, cabrestante, compresor…), y ¡ya estábamos listos! No llevábamos GPS, aunque nos habría sido muy útil en las zonas más deshabitadas. En todo caso, sin él, teníamos una buena excusa para preguntar direcciones y por tanto interactuar con las personas que encontrábamos en el camino

La ruta. El viaje
La ruta general estaba clara: entrar por Marruecos, recorrer la costa oeste hasta Sudáfrica y regresar por la orilla oriental, Etiopia y Sudán hasta Egipto y entonces continuar hacia el oeste para cerrar el circuito en Túnez. Luego, sobre la marcha, íbamos decidiendo qué nos apetecía hacer. Nuestra máxima era que ¡no hay mejor plan que no tener plan!
Hay pocos lugares en el mundo tan duros, y a la vez tan placenteros como el desierto. En las dunas del Sahara aprendimos que la arena es traicionera mientras desatascábamos a Blanquito bajo un sol de justicia, pero por las noches nos reconciliábamos con el mundo durmiendo al raso bajo un cielo indescriptible, lleno de estrellas y de silencio.
Sorprendentemente el desierto no lo es tanto. Está lleno de rebaños de camellos, oasis como el de Siwa en Egipto, pozos, antiguas ciudades caravaneras que albergan valiosas bibliotecas como las de Chinguetti en Mauritania, grupos de turistas como los que recorren el sur de Túnez…
Cuando dejamos atrás el desierto y nos adentramos en la sabana, tuvimos la sensación de estar llegando de verdad a África. Chozas de barro y tejado de paja, mujeres con trajes multicolor acarreando niños a la espalda y mercancías en la cabeza, grandes baobabs, y unas condiciones de pobreza que no habíamos visto hasta ahora. Empezamos a valorar más cada cebolla y cada tomate que comprábamos a los pequeños agricultores en los mercaditos locales o por la carretera.
No hace tanto en el sahel florecieron imperios de barro dedicados al comercio, como el reino de Malí – la mezquita de Djenné en la orilla del Níger es un impresionante vestigio aún rebosante de vida-, el reino Asanti de Ghana –estos aterrorizaban a los ingleses en la época colonial-, o los estados Hausa del norte de Nigeria, que aún conservan su tradicional emir en la ciudad de Kano.

Evitar la época de lluvias en la zona ecuatorial era muy importante; las riadas destruyen carreteras durante meses y no queríamos vernos atrapados en mitad de ninguna parte. Atravesamos el cinturón selvático- Camerún, Gabón y Congo- en junio, maravillados por la descomunal exhuberancia de la jungla. Por la noche millones de criaturas que permanecían invisibles durante el día, convocaban un estruendoso concierto de voces desconocidas que apenas nos permitía dormir y que a veces resultaba un poco inquietante…

El oeste de África se acabó cuando salimos del infierno de socavones, zanjas y cárcavas que son las carreteras angoleñas, y entramos en el cono sur africano. Al “doblar” el cabo de Buena Esperanza, lloramos de emoción; habíamos superado con éxito la primera parte del viaje y ahora empezábamos el camino de vuelta. Los parques nacionales y los enormes centros comerciales que encontramos nos impresionaron casi a la par y caímos rendidos a sus tentadoras ofertas: animales salvajes, y ¡algo diferente de macarrones con tomate y sardinas para comer! El desierto rocoso de Kaokoland en Namibia, la placidez del delta del Okavango en Botswana o la tormenta en el cráter del Ngorongoro en Tanzania, nos sobrecogieron el alma. ¿Era posible tanta belleza sólo para nuestro disfrute?

Y aún no lo habíamos visto todo… el océano Índico nos aguardaba lleno de vida. Ballenas en Sudáfrica, tiburones en el mar Rojo, millones de peces de colores en los arrecifes coralinos de Mozambique y Zanzíbar. El agua azul turquesa, ¡no nos dejaba escapar! Pero la aventura debía proseguir. Con otros compañeros “overlanders” cruzamos de Kenia a Etiopia por el remotísimo y salvaje lago Turkana. Allí viven en delicado equilibrio diferentes pueblos nativos dedicados al ganado y a la guerra por igual. Creo que lo mismo que nosotros los encontrábamos fascinantes a ellos, ellos sentían increíble curiosidad por nosotros.



Descendimos vertiginosamente del altiplano etiope al desierto sudanés y tuvimos la sensación de estar dejando “África”. Otra vez la arena del Sahara, el te con hierbabuena, los hombres con túnica y turbante… la cultura de “oriente próximo”. Atravesamos el desierto como el Nilo, plácidamente, saboreando los ratos de soledad, honrados por la hospitalidad local, y maravillados ante los monumentos faraónicos. ¡Qué insignificante nos veíamos junto a las pirámides!
En Alejandría nos reencontramos con un viejo amigo, el mar Mediterráneo. Meter la mano en él fue como tocar un cachito de nuestro hogar. Pegados a su bella costa africana nos fuimos acercando a casa, felices por haber cumplido un sueño, por volver para abrazar a nuestros amigos y compartir la experiencia, y porque el final de una aventura significa que ¡pronto habrá de empezar otra!

5 comentarios:

Sergio MC dijo...

A ver si moveis un poco a Blanquito, para que no coja polvo, y os venís a daros una vuelta por Segovia (o Madrid). Allí os esperamos!
Pilar y Sergio

Unknown dijo...

¡Qué maravilla de mini-explicación! Da gusto el resumen, porque a pesar de que he estado "recorriendo" Africa con vosotros, escribes de chupa dominé y he vuelto a reviviros allá. Parece que soy tu tía o algo así.

Ricardo Ribalda dijo...

Hola Ana y Tonetti:
Me ha encantado como describís la ilusión que se siente antes de iniciar una aventura. Soy de los que opino que un viaje se disfruta tanto preparándolo, como viviendo y luego recordándolo, es un 3x1.
Os he enlazado a nuestro blog: http://mundoporlibre.com . Sergio y Pilar hace tiempo que ya lo están.
Un abrazo y que la aventura continúe.
Asun y Ricardo

Anónimo dijo...

Bonito viaje, sí señor...

www.devisita.es
www.indiamagica.com
www.greciamagica.com

paola dijo...

por lo que veo, tuviste una experiencia única, me encantaría realmente hacer algo así con una Land Cruiser pero por el momento no tengo pensado viajar. espero pronto poder hacerlo