martes, 27 de noviembre de 2007

Una perla por descubrir

Mozambique


La primera noche en Mozambique no resultó muy prometedora. Nos encontró la noche lloviendo, sin techo donde cobijarnos y en medio de una carretera en obras… Helen pensó rápido: dentro de este parque de maquinaria ha de haber un ingeniero portugués dispuesto a ayudarnos. Y así fue, unas caritas de pena y un poco de blablablá y al cabo estábamos instalados cómodamente entre buldozers y retroexcavadoras en un decorado futurista estilo Blade Runner.
Las carreteras en el norte son razonablemente malas….no puedes planificar llegar a destino pero al menos no te quedarás atrapado por tiempo indefinido. Poquito a poco nos fuimos acercando a la costa para asomarnos al increíble mar turquesa y a sus pequeñas joyas. Como aún no ha llegado el turismo masivo, la sensación de descubrimiento es muy intensa…como contrapartida, no hay muchas de las comodidades que suele apreciar el mzungu (hombre blanco): ducha de alcachofa, noches silenciosas, restaurantes con comida…. un ventilador en la habitación.

Ihla de Mozambique es una islita conectada al continente por un puente de 3 kilómetros. En el pasado fue un importante puerto comercial entre África, Asia y Europa. Es Patrimonio de la Humanidad. Toda la ciudad está llena de magníficos edificios ahora medio en ruinas. Esto le da un aire entre romántico y decadente muy atractivo, pero está claro que no le vendría nada mal un poco de restauración.

Desde aquí fuimos a Nacala, donde inauguramos la aventura del buceo. Qué excitante estar otra vez volando bajo el agua, echando burbujitas como los peces de colores que andaban alrededor nuestro! Entrenamiento para lo que vendría después…

La auténtica “L.E.” (local experience) llegó cuando se nos ocurrió ir a la isla de Ibo. Primero, llegar hasta allí a través de caminos polvorientos (prometen barro pringoso con las primeras cuatro gotas) cruzando aldeas donde aún se acercan las personas a saludar a los extranjeros. Luego, dejar el coche en un “parking”…. un descampao supuestamente vigilado (a la vuelta descubrimos las dos cerraduras forzadas) y tomar un bote al asalto en competición con el resto de los potenciales pasajeros para alcanzar la ansiada isla. El mar andaba un tanto revuelto y la mojadura fue colosal. Parecía que nos arrojaban cubos de agua!! Mi camiseta mojada causó cierto revuelo entre el pasaje…. hasta que me percaté de ello y tomé las debidas precauciones.

Varias paisanas del pueblo alquilan habitaciones y te dan de comer en sus casas. Por fin encontramos una, la de Mariam, pero ella no estaba y su marido no tenía la llave de las habitaciones… dicen que no se fía de él! Gracias a la intervención del azar y de una vecina, conseguimos alojarnos. Todos felices. Pero llegó la noche y cerramos las puertas y nos metimos en las habitaciones y… horror! Qué calor!! Acabamos arrastrando los colchones a la baranda tratando de encontrar aire para respirar.

Por el día, paseito a la isla de Quirimba chapoteando en el barro del manglar y por el fondo del mar en marea baja (como Moisés y sus muchachos!) y vuelta en barco de vela al subir la marea. Nosotros lo hicimos por pasear, pero hay un increíble tránsito de personas y productos por este pasaje transitorio.
El mar estaba poco propicio esos días y resultaba difícil encontrar pescado para cenar, pero nuestra vecina se las apañó para hacernos un guiso estupendo. Maestros de la supervivencia.

Más al norte encontramos un rinconcito del paraíso. Pangane, se llama. El mismo mar de color increíble, los pescadores en sus dhows de blanca vela, las señoras mariscadoras, las langostas diciendo ¡cómeme, cómeme!. Akshim, un señor muy musulmán y muy risueño ha construido un remanso de tranquilidad aquí. Pero por las cosas de las mareas, el último día para cruzar el río que separa Mozambique de Tanzania se aproximaba, así que no pudimos retozar más que tres días en semejante vergel.

De Mozambique a Tanzania


El río se cruza en un ferry diminuto previa cita con el patrón. Nos presentamos una mañana en la orilla después de sellar la salida del país en Inmigración y tratamos de llamar al capitán. Mala fortuna…. Seguimos en Mozambique pero aquí ya sólo opera la red tanzana…. Varios jóvenes oportunistas se “ofrecen” a ayudarnos, pero cualquiera se fía…. Uno que prometía ir a avisar al capitán en su barquita, se fugó con el adelanto!
Conseguimos hacernos con una tarjeta funcional y llamar varias veces al supuesto capitán que nos prometió venir a buscarnos al atardecer. Finalmente, a eso de las cinco de la tarde, los ojos rojos de otear el horizonte esperando la llegada del barquito, Antonio volvió a contactar…. Que no, que hasta el día siguiente no vendría. Así que allí mismo acampamos, entre las cacas de los elefantes que suelen acercarse por las tardes a beber.


Divertido final para nuestra intensa estancia en Mozambique.

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